La uva como la mayoría de los frutos contiene azúcares que se presentan en mayor concentración cuanto más tiempo permanece en la planta hasta su maduración.
Los vinos pueden ser dulces, semisecos, semidulces y secos, pese a esto pueden tener niveles de azúcar residual cercanos a cero. La diferencia está en el ácido tánico. Los vinos con menos ácido tánico parecen más dulces porque el sabor afrutado es más pronunciado, debido a que hay manos taninos. El dulzor de los vinos proviene de los azúcares no fermentados, de la glicerina y de otros productos que se encuentran en menor cantidad. El etanol refuerza el sabor dulce de los azúcares acentuando las sensaciones de ligereza, cuerpo y suavidad.
El grado de dulzor depende mucho del tipo de uva y de la región dónde se haya producido. El dulzor deja paso a una sensación de frescor asociada a la acidez del vino y es más común en regiones en las que hay menos horas de luz.
El gusto dulce es el primero que se siente en la cata de vinos y que podríamos apreciar simplemente introduciendo la lengua, de forma instantánea. Perdura aproximadamente 10 segundos.
Los gustos no son percibidos simultáneamente, sino de forma secuencial, y en boca siempre evolucionan de manera diferente.
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