La gama de tonos de los vinos tintos puede ir desde el púrpura oscuro hasta toda una variedad de rojos, e incluso llegar a adquirir una coloración teja claro con ciertos reflejos anaranjados.
Por su parte, la tonalidad de los vinos blancos se mueve entre un color acerado con reflejos verdosos y un ocre muy denso.
Por último, los vinos licorosos tienen una coloración pronunciada, que se oscurece con la edad.
La edad también influye en el color de los vinos tintos y de los blancos: en los primeros, los aclara, mientras que en los blancos, con el paso del tiempo, se tiende a adoptar un color más oscuro.
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