Los órganos fundamentales para la cata son aquellos en los que residen los sentidos, los cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto.
Durante la cata se pone en juego un conjunto de estímulos sensoriales a través de ciertos agentes químicos y físicos que provocan la estimulación de los órganos receptores. Las múltiples sustancias naturales que componen el vino (más de 350) cuando están presentes en dosis apreciables, excitan las terminaciones sensibles de las células nerviosas de nuestros sentidos y las estimulan, produciendo una sensación.
Todas estas sensaciones se reúnen y sintetizan en zonas específicas del cerebro, que las evalúa y las codifica. Sólo cuando el cerebro reconoce la sensación se produce la “percepción”, es decir, la interpretación e individualización de la impresión correspondiente. La sensación es inconsciente, sólo la percepción es consciente.
En resumen, se puede decir que la cata del vino es la interpretación de una suma de sensaciones percibidas simultánea o sucesivamente.
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