El viñedo es una obsesión del paisaje, una obsesión de sus gentes. Atravesar la DO MONDEJAR es atravesar el oleaje diario de las viñas que marcan nuestro ritmo de vida: apagado y calmo en invierno, como una vid recién podada; impaciente con el primer gesto de las cepas, que inician su lloro en marzo; encrespado
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