EL CRISTIANISMO Y LA ENOLOGÍA

EL CRISTIANISMO Y LA ENOLOGÍA

El cristianismo redime al vino después de la orgía dionisiaca. La ceremonia de la «consagración del vino en la misa» ligó indisolublemente el cristianismo y la enología.

La última cena, el momento en el que Jesús reúne por última vez a sus discípulos para compartir el pan y el vino antes de su muerte, ha quedado reflejada en numerosas obras de arte. Tal vez la más representativa sea la de Leonardo da Vinci.

Mientras el cristianismo hacía del vino la sangre de Cristo, el Islam decidía prohibirlo en el año 632 de nuestra era. Pese a todo, los poetas musulmanes siguieron creyendo que las musas olían a vino, como lo habían hecho los griegos y los romanos.

El hecho de que el cristianismo, en cierta manera, se apoderara de la enología, hizo que en la Edad Media el vino estuviera en manos de los monjes y su producción se centrara básicamente en los conventos y abadías. De hecho, la aventura del vino a lo largo de la historia, su gloria y su esplendor, no se entendería sin la decisiva contribución de los monasterios. Ellos fueron los que salvaron este brebaje de la caída del Imperio Romano. Además, en épocas de guerras, los monjes fueron los encargados de recuperar la víña; de crear nuevas plantaciones utilizando mejores plantas que seleccionaban escrupulosamente; de experimentar con la poda. Los monjes y capellanes se convirtieron en auténticos expertos en caldos.

¿Empezaría así la trayectoria del vino en Mondejar?

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