No sólo nos tenemos que centrar en la importancia de la temperatura a la hora del servicio final del vino, sino en que la temperatura influye en todos los procesos de elaboración, siendo uno de los factores que más hay que controlar para llegar a buen fin.
En la viña, como en cualquier cultivo o planta, la temperatura y la climatológia son cruciales. Debe hacer frío para que la planta esté en reposo y calor cuando el fruto tiene que madurar. Un momento crítico es la floración, donde cualquier helada de primavera o granizo sería del todo nefasto; y sobre todo en la maduración, que marca el momento de la vendimia. Es aquí donde el contraste de temperatura entre el frío de la noche y la posible insolación del día es un factora a tener en cuenta. El calor ambiental puede estropear la uva cortada si el trayecto hasta la Bodega es muy largo, puede propiciar que se empiece a fermentar a su aire. En algunos puntos se opta por vendimiar por la noche o por una solución más fácil, mantener la uva en cámaras frigoríficas.
La temperatura tanto en fermentación como en maceración también se debe controlar, puesto que las levaduras son muy delicadas y sólo trabajan bien entre 15-30º.
El propio edificio de la bodega también tiene que estar a una temperatura adecuada, ya que también en este momento afecta al vino, tanto en su fermentación maloláctica como en los procesos de embotellado, crianza en barricas y posterior reposo en botella.
El siguiente paso en el que afecta la temperatura es en la conservación del vino tanto en casa como en la bodega de cualquier restaurante, y por supuesto, a la hora de servirlo en la copa.
En resumen, la temperatura del vino es un detalle de su vida que influye en su calidad desde antes de su gestación.
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