Una vez embotellado el vino sigue un curso de reacciones lentas, pero interesantes. Hay levaduras que se alimentan del alcohol del vino y, aunque no producen burbujas, si pueden enturbiarlo. Pueden anidar en los tapones. Por este motivo la experiencia demuestra que las botellas cerradas se almacenan mejor en horizontal, porque dificulta el paso de las levaduras al vino.
La vida del vino se distribuye en tres fases que podemos entender como una meseta que se compone de rampa de subida, periodo de estabilidad y rampa de declive.
La fase de ascenso se entiende al considerar que el vino es el enemigo del oxígeno del aire. Una vez descorchado los componentes del vino asumen por reacción la cantidad del oxígeno resultante en la botella durante un tiempo relativamente corto.
La fase de estabilidad depende del vino, de la temperatura de almacenaje y de la calidad de las cosechas.
La fase de deterioro siempre comienza por una botella y se va ampliando al resto. Tiene su origen en el corcho y la explicación más lógica es que no hay dos corchos iguales, por eso la evolución es diferente.
Para saber que el vino ha comenzado esta fase final cuando descorchamos la botella notaremos que el vino subiría el nivel férrico y al tragar notaríamos una sensación de vacío en el paladar, comienza a oler a ajerezado y al final también se enturbia.
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