Cuando el sumiller abre una botella ofrece el corcho a los comensales para que puedan olerlo. Desde el descorche el vino comienza a relacionarse con nosotros. La función principal del corcho es preservar al vino de la influencia de agentes exteriores que lo puedan dañar, sobre todo del oxígeno.
En principio el corcho tiene que oler a vino o a nada. Si es cierto, que al depositarse las partículas aromáticas del vino en los poros del corcho podremos percibir ciertos olores del vino que nos pueden aportar datos. En este momento se puede percibir el temido «olor a corcho», que nos aportará humedad y astringencia en el paladar. Cuando una botella tiene «corcho» es una pena y un accidente, pero nunca se debe a un defecto en su elaboración. El corcho como artículo natural puede tener sus defectos.
La forma debe ser uniforme, si presenta bultos podría existir daño. Debe estar sólo manchado en su base y nunca atraversar el tapón. Si todo el corcho está empapado puede haber oxígeno en el vino y ser perjudicial. Si te encuentras en esta situación decanta el vino, espera unos minutos y si sigue persistiendo, cambia la botella. El color debe ser púrpura para los vinos jóvenes y si es reserva o crianza, más oscuro y apagado.
Si se te rompe el corcho al descorchar no siempre significa que el vino esté deteriorado, sino que el corcho natural en el interior puede no ser perfecto. Por lo tanto conviene catar el vino y despejar dudas. La rotura puede deberse a una simple falta de destreza en el descorchado.
Add Comment