Me alegra la nueva apuesta por la sangría. Es uno de los productos más conocidos fuera de nuestras fronteras junto con la paella, pero que en los últimos años se han encargado de machacar ofreciendo una imagen lamentable asociada a las borracheras juveniles o a los turistas de paladar poco exigente.
El término sangría sólo puede utilizarse en la Península Ibérica, en España y Portugal, gracias a una normativa europea de 2014, la cual también cambió el grado mínimo, que pasó de 7 a 4.5 grados.
La sangría debe su nombre a su color porque recuerda a la sangre. Por este motivo siempre utilizaremos una base de vino tinto preferiblemente joven. En cuanto a la fruta, algunos dicen que si no lleva melocotón, no es sangría. Lo mejor es usar frutas frescas de verano, que no tengan demasiada agua, que sean duritas y generalmente peladas, excepto en el caso de la naranja y el limón, cuya cáscara aportará matices aromáticos muy interesantes.
Otro requisito importe es la maceración del vino con la fruta que debe durar entre una y dos horas. No hay que pasarse con la maceración porque la fruta fermentará, ni quedarse corto de tiempo porque entonces no habrá impregnado de sus aromas al vino.
También hay que añadir azúcar al gusto, una ramita de canela y un poquito de gaseosa para aportar un punto carbónico. Hay quien le gusta más fuerte y añade coñac, vino dulce,…
Si no quieres complicarte la vida en este proceso o no tienes tiempo, compra directamente nuestra sangría y sírvela en una copa grande con hielo y fruta decorativa. Seguro que triunfarás!!!
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