No podemos decir que las barricas de roble francés sean las únicas aconsejables para obtener mejores resultados en la elaboración de un vino, ya que las americanas pueden ofrecer unos resultados igualmente óptimos. Ahora bien, es importante definir lo que bucamos con la utilización de madera para entender nuestra preferencia o no con el roble francés. Éste es mucho más poroso y proporciona una microoxigenación natural mayor, lo que implica una crianza más activa. La intensidad aromática es menor que en el americano, pero la paleta aromática es mucho más amplia. Nuestro concepto del vino nos exige respeto absoluto a la añada, cada cosecha es diferete y tiene que endenderse a través del vino. Necesitamos un tipo de roble que consiga este objetivo.
Con el roble francés se bucan los colores intensos, aromas frutales complejos, finamente especiados, madera casi imperceptible, boca cremosa, taninos finos, longitud y frecura. Vinos que se puedan degustar pronto y que se puedan envejecer. En estas condiciones el roble francés aventaja claramente al americano.
La madera no es otra cosa que la piel que no tiene el vino y que necesita para poder respirar.
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