La principal preocupación del anfitrión en Nochebuena es la elección del menú, crear un ambiente acogedor y que las relaciones fluyan en la mejor armonía posible. Para ello el maridaje de los vinos puede ser tu aliado perfecto.
Siempre hay que intentar que los vinos y los platos se complementen. Podemos asociarlos por color, por temperatura, por textura, por sabor… Aunque como siempre os decimos, el mejor maridaje es el que a uno le gusta. Al final todo dependerá de nuestra propia experiencia.
Al comenzar, en la recepción puedes apostar por un aperitivo y un espumoso rosado. Seguiremos con los entrantes, mariscos, consomés o cremas en los que los blancos triunfan. Si tu plato principal se basa en el pescado puedes continuar con los blancos o rosados. Los platos fuertes, propios de estas fechas, tal como besugo al horno, pueden permitirte la ambigüedad, ya que puedes optar por un blanco o por un tinto suave; lo mismo ocurre con el típico asado de pavo. Sin embargo, si tu plato fuerte es un asado de cordero o carne roja, debes elegir siempre un tinto crianza o reserva, con más cuerpo para conseguir optimizar los sabores de forma contundente.
Para los postres, un moscatel es ideal para los postres frutales o para los turrones; y cómo no, el espumoso, que es una bebida tan versátil que puede iniciar y cerrar una velada.
La regla básica: Nunca servieremos un vino con mayor cuerpo precediendo a otro más ligero. Los platos y los vinos se ordenan en un menú teniendo en cuenta su intensidad.
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