No pasa nada. No tienes que avergonzarte por ello. Es un momento muy ocasional, pero puedes encontrarte en esa situación. Da igual que pidas un vino buenísimo o un vino modesto, a veces lamentablemente sucede. Si hubiera un sumiller en el restaurante ningún comensal debería devolver un vino, ya que su misión consiste en que todas las botellas lleguen a la mesa en perfecto estado.
Las razones para devolver una botella pueden ser las siguientes:
• VINO OXIDADO: Si el color se presenta turbio o vira a teja o si acercando la nariz a la copa se perciben aromas a jerez.
• SABOR A CORCHO: El bouchoné (acorchado) ocurre hasta en las mejores familias; a veces un gran vino puede presentar ese definitivo, imborrable y fatal olor a humedad.
• NOTAS DE VINAGRE: Lo peor. Es lo que antiguamente se conocía como vino picado. Por suerte casi no sucede hoy en día gracias a la tecnología moderna de las Bodegas. El ácido acético no tiene remedio.
• ESPUMOSO SIN BURBUJAS: Es un síntoma inequívoco de que el vino está muerto.
• AROMAS FÉTIDOS: A huevos podridos. A veces se corrige con una buena oxidación, pero otras persiste y es insistente. También es bastante infrecuente gracias a la tecnología de elaboración en las Bodegas.
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