Con la llegada de la primavera y el buen tiempo apetecen otro tipo de comidas y por supuesto, maridarlas con vinos más ligeros e incluso más fáciles de beber. Los vinos tintos intensos y enérgicos, que tan bien sientan en los meses fríos, pueden empezar a parecernos demasiado contundentes cuando los termómetros comienzan al alza.
El rosado es un vino que muchas veces es menospreciado e incluso olvidado, pero que deberíamos tener en cuenta como una buena opción, ya que combina parte del cuerpo de un tinto, con el frescor que recuerda a los blancos.
Los vinos rosados son el resultado de un gran trabajo, muy cuidado, muy pensado. Elaborar un buen rosado es más difícil que elaborar un buen tinto. No puedes jugar con el tanino (que da color a los tintos), ni con la crianza…Son vinos sin maquillaje, en los que no se puede enmascarar ningún defecto. Es como “cantar a capella”.
Además muchas nuevas añadas llegan al mercado en primavera por lo que son verdaderos comodines para los menús de temporada como cremas frías, ensaladas, verduras plancha, carpaccios, tartares y por qué no, de tentadores postres. Son vinos por lo general con menos graduación y que permiten servirse a temperatura más baja. Tienen una versatilidad extraordinaria y pueden ser consumidos en cualquier momento del día.
¿Aún no te has convencido?...¡VIVE LA VIE EN ROSE!
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