La floración es el momento del ciclo vegetativo de la vid en el que se abren las flores. A finales de mayo o principios de junio aparecen los embriones de las flores y la floración se produce en pleno mes de junio. Las flores son blancas y minúsculas.
La climatología se convierte en un factor decisivo para el crecimiento de la flor, por lo que el viticultor teme mucho la lluvia y el frío, prefiriendo un cálido sol. Por otra parte la floración determina ya el volumen de la cosecha e incluso hasta la posible fecha de comienzo de la misma. Si la floración es tardía, la vendimia también lo será.
Con la floración también es posible evaluar de forma estadística el número y reparto de los racimos en las vides, saber si la naturaleza se ha mostrado demasiado generosa o si su repartición puede resultar desfavorable para alcanzar una buena madurez. Si la cantidad de racimos es excesiva se procederá al aclareo, que consiste en retirar racimos antes de su maduración para que la cantidad de uva sea compatible con el nivel de maduración deseado y así obtener vinos de mayor calidad.
Las flores dan pequeños frutos a finales de junio o en julio. Éstos surgen muy verdes, pues ya están saturados de clorofila, y a partir de ahí toda la planta empieza a ponerse al servicio del fruto que poco a poco irá creciendo.
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