La transformación de una cosa en otra distinta es por otra parte la base de la alquimia, entendiendo esta metamorfosis como algo espiritual. Esta transformación se observa en la enología, cuando el mosto de la uva se transforma en vino sin aparente actuación humana, desapareciendo el azúcar y apareciendo el alcohol. Actualmente, se sabe que se produce este efecto a través de la fermentación, pero hasta finales del siglo XIX se consideraba que este hecho se producía por generación espontánea.
Los monjes alquimistas tenían en la destilación un procedimiento iniciático de perfección personal, consistente en destilaciones sucesivas de vino, con lo que se conseguía obtener alcohol puro, el espíritu del vino. El alcohol y la destilación son otros puntos que unen alquimia y enología.
Sin embargo, el vino es algo más que un alimento o una bebida, y hay quien considera que el vino tiene alma, entendiendo como tal hecho de que el vino puede transmitir la tierra y el trabajo que le han dado origen, o dicho de otro modo, nos hace beber un poco de la espiritualidad del viticultor y el enólogo que lo han creado. En este punto es donde quizá haya una conexión, más oculta entre alquimia y enología.
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