El sector vitivinícola español tiene gran importancia, tanto por el valor económico que genera, como por la población que ocupa y por el papel que desempeña en la conservación medioambiental. La vid ocupa el tercer lugar en extensión de los cultivos españoles, detrás de los cereales y el olivar.
La situación geográfica, las diferencias climáticas y la variedad de los suelos hacen de la España peninsular y de las islas lugares privilegiados para la producción de vinos de características muy distintas. Se cultiva viñedo en las 17 comunidades autónomas que conforman el país, si bien cerca de la mitad de la extensión total se encuentra en Castilla La Mancha, la zona geográfica con mayor extensión en el mundo dedicada a su cultivo.
La dimensión socioeconómica del cultivo de la vid se extiende más allá de la actividad agrícola en los viñedos y también abarca las actividades económicas indirectas relacionadas con la producción vitícola, tales como el comercio y la comercialización del vino, la producción de toneles de roble, botellas, cápsulas y corchos y toda una vertiente del turismo en pleno auge, el enoturismo.
El sector del vino contribuye, asimismo, a la conservación del medio ambiente. Los viñedos son garantes de la presencia humana en zonas frágiles que a menudo carecen de otras alternativas económicas. Además, la viticultura, como cultivo de secano, no consume recursos hídricos, cada vez más escasos en las zonas cálidas, por lo que su contribución al planeta es del todo un círculo de virtudes. Si a todo esto le sumamos el disfrute que nos proporcionan sus caldos, podríamos decir que se trata sin duda de una relación perfecta con el medio ambiente y el placer humano.
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