En sus orígenes, los recipientes tenían una función meramente práctica, como medio de transporte de la bodega de la casa a la mesa, pero hoy su papel se limita al proceso de la decantación o, dada la belleza de muchos de ellos, a una función meramente ornamental.
Algunos presentan un abultamiento en la boca para poder cerrarlas herméticamente; los hay abombados por la base y otros más estilizados. Todas las formas y capacidades ya existían en el siglo XVIII, y hoy muchos reproducen esos modelos. El cristal transparente es necesario para apreciar el color del vino. También es natural que tenga unos tamaños mínimos para poder decantar al menos una botella de 75 cl y un máximo para que resulte manejable.
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