La cultura del vino existe. Está ahí, en cada cepa, en el empotro, en los viñedos, en las bodegas y en los vinos, pero sobre todo en sus gentes, en el trabajo diario, en sus actos y en sus ideas. La relación del vino con el ser humano es cambiante en el tiempo y está condicionada por el mismo suelo, la tierra, el escenario cultural. A partir de ahí, surgen primero, los usos y costumbres del hombre en el cultivo, en el trabajo de campo; en la artesanía que permite la manipulación y el consumo del vino; y en las arquitecturas, imprescindibles para la elaboración.
El mundo del vino no cesa de transformarse en estos tiempos y en cada gesto hay un ser humano detrás que trabaja la viña y hace vino. Es una parte importante en nuestro devenir histórico. Desde su llegada a la península hace miles de años siempre ha estado vinculado a la cultura mediterránea de la que somos partícipes. El hombre ha plantado y ha cultivado la vid y ésta le ha dado sus mejores frutos, convirtiéndose en fuente de riqueza y motivo de inspiración cultural.
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