La historia geológica determina el tipo de roca con el que se forma el suelo y es uno de los factores decisivos que marcan los caracteres organolépticos del vino. Las arcillas proporcionan estructura y dan vinos consistentes, que pueden ser pastosos e incluso pesados. Cuando está presente en suelos pedregosos, se obtienen vinos llenos, de color más intenso, y larga duración. De tierras en las que domina la sílice o arena surgen en cambio vinos más finos y aromáticos. Por eso, en suelos silíceos y de textura cascajosa se obtienen, por lo general, vinos más fáciles de digerir. La caliza también influye en la formación del hollejo de la uva, donde se contienen los aromas, y es capaz de proporcionar vinos más ricos en matices, a la vez que con más finura, frescura y transparencia.
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