Dentro de la cocina casera, preparada a modo tradicional, los llamados platos de cuchara o «confort food», se dan algunas asociaciones clásicas, tanto en cuanto a variedades preferibles como a la edad de los vinos: así los tintos elaborados con tempranillo o cabernet acompañan bien los guisos y cocidos, y alcanzan su apogeo en compañía de la carne tierna del cordero asado. Por su parte las carnes rojas conviene regarlas con reservas; los estofados, con crianzas; las carnes blancas con tintos jóvenes y la ternera con tintos ligeros o vinos rosados.
Otras conocidas armonías vinculan el pescado y el marisco con vinos blancos; con vinos espumosos y generosos con cremas y sopas; verduras con vinos blancos jóvenes y las legumbres y chacinas con tintos jóvenes y rosados.
Un vino blanco dulce bajo en alcohol acompañan a todo tipo de pasta, aunque también son excelentes compañeros de ciertos postres de fruta fresca y quesos.
En cuanto a los postres dulces como el chocolate, lo mejor es decantarse por algún vino todavía más dulce como el moscatel, de modo que el dulzor de la comida no mete el del propio vino.
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