El cambio climático, la desertización, los incendios, ponen en peligro distintos cultivos, entre los que se encuentra el viñedo. Para combatirlo, la viticultura regenerativa, también llamada holística, fija el carbono, aumenta la biodiversidad y regenera el ecosistema, frenando la erosión e incrementando la producción.
Es posible utilizar la agricultura y la ganadería como herramientas para equilibrar el medio ambiente. Una de las cualidades más importantes de este tipo de viticultura es que las prácticas no son universales. Cada paisaje requiere unas medidas que se adapten al medio, unos tiempos diferentes dependiendo de las condiciones climáticas y unos objetivos a medio plazo que no tienen por qué ser los mismos. Se pretende impulsar otra forma de trabajar la viña, presentando los beneficios que la regeneración de los suelos puede aportar al propio viñedo y al medio ambiente.
El labrado continuado de las viñas favorece los episodios de desgaste del suelo por lluvias y viento. Cada cinco años se pierde un centímetro de suelo en un terreno que se ara, mientras que la naturaleza tarda en crearlo 40 años. Además se pierde la mejor parte, donde se concentra la mayor cantidad de materia orgánica. Dejar que las hierbas crezcan entre las cepas puede resultar poco “estético” ya que en nuestra fotografía mental de un viñedo suele estar limpio, pero cuando se mantienen estas cubiertas vegetales, se favorece la fijación de nitrógeno en el suelo, la biodiversidad crece y se contiene la erosión. Estas prácticas también buscan una mayor capacidad de retención de la humedad que tanta falta hace, sobre todo cuando los ciclos anuales dejan una cuenta de precipitaciones cada vez más deficitaria.
Sobre estos beneficios fundamentales para la viña se funde el más importante objetivo para el medio ambiente y es la captura del exceso de dióxido de carbono de la atmósfera y la compensación por todo lo emitido.
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