El delicado oficio del tonelero ha sobrevivido al paso de la Historia, y en sus hábiles manos reside la misteriosa fórmula que hará que los vinos adquieran mayor complejidad aromática y perduren en el tiempo. La complejidad, artesanía y belleza de los oficios que conforman el mundo del vino es fascinante y poseen ese incondicional apego a la tierra a través de especies tan poderosas como la vid, el alcornoque y el roble.
De raíces profundas, porte majestuoso y ramas altísimas que se alzan hasta el cielo, el roble ha sido asociado a Zeus en la mitología griega y a Thor, el dios nórdico del trueno. Curiosidades aparte, la resistente e impermeable madera de roble se ha usado en la fabricación de barcos, puentes, carpintería… y, por supuesto, en la elaboración de barricas de vino.
El vino en contacto con la madera experimenta profundas modificaciones. En primer lugar, el aroma se desarrolla y torna más complejo; la madera cede al vino numerosas sustancias específicas o formadas en el curso del tostado de la madera. Además el material poroso que constituye la madera permite al vino experimentar un conjunto de transformaciones llamadas oxidación controlada.
Además del carácter aromatizador, también tiene un carácter estabilizador para los vinos, los grandes vinos tienen que pasar por la barrica para poder durar en el tiempo.
Add Comment