Una vez destapado el vino, se pasa por la boca de la botella un paño limpio o una servilleta, para quitar cualquier resto del tapón de corcho que pueda quedar en ella.
Se puede comprobar la textura del corcho haciendo una ligera presión sobre el mismo con los dedos, para comprobar que su elasticidad es la adecuada, y que no está seco y pasado. Es preciso oler el corcho; debe oler a vino o no tener ningún tipo de aroma extraño. Si huele a cartón húmedo, significa que está en mal estado. En ese caso, hay que desechar el vino. Al oler el corcho nos cercioramos de que el vino conserva todas sus propiedades intactas y de que no se ha deteriorado o se encuentra en mal estado.
En algunos casos, además de limpiar la boca de la botella, debe hacerse igualmente con la parte interior del cuello, especialmente con los vinos viejos, ya que pueden contener restos de su larga crianza.
Por último se suele verter una pequeña cantidad de vino en una copa auxiliar (que no se utiliza para beber) para evitar las esquirlas producidas durante el corte y que hubieran podido verterse al descorchar la botella.
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