Empezaremos por distinguir la poda normal de la condicionada por alguna anormalidad vegetativa, resultado de heladas, pedrisco, etc.
Poda normal.
Puede en principio practicarse desde que se inicia la fase de reposo, es decir, cuando la cepa tiene aún hoja verde, hasta ligeramente pasada la fecha de brote.
Se comprende que una poda anticipada, realizada antes de que las hojas hayan enviado a los sarmientos gran parte de sus reservas, y de que estas vayan bajando hacia los brazos y tronco, debilitará notablemente la cepa, haciendo que su brote sea tardío y de forma menos vigorosa.
La poda retrasada, ya iniciado el brote, tiene efectos parecidos a los ocasionados con la poda temprana. Con ella se eliminan gran cantidad de reservas, ya movilizadas en la planta y situadas en órganos que empezaron a crecer y en sus inmediaciones, lo cual debilita y retrasa el brote de las yemas de la base de los sarmientos, que son las últimas en mover. Este retraso en el brote puede preservarlas de los daños de heladas tempranas. Por esta razón tiene bastante aplicación cuando son de temer heladas primaverales y sirve para retrasar el ciclo de las plantas en climas donde maduran con holgura compensándolo con una vendimia tardía.
En gran parte de nuestros viñedos la poda se practica en su época normal, entre la caída de la hoja y la iniciación del lloro. Es la poda de los meses centrales, la que priva a la cepa de menos reservas, por ser este periodo cuando puede considerarse prácticamente nulo el movimiento de las mismas. Es además la época que generalmente eligen nuestros viticultores para ello, evitando los días de las temperaturas más bajas, en los cuales la madera está quebradiza y los cortes no resultan limpios.
En el próximo post, hablaremos de la poda en casos excepcionales.
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